martes, 12 de agosto de 2008

Quizás


QUIZÁS

León Galindo Stenutz
2 de Agosto, 2008


Quizás sea demasiado tarde. Quizás debemos ver más dolor y luto, más enfrentamientos, violencia y entierros. Quizás deben morir mas bolivianos, muchos bolivianos, quien sabe miles o cientos de miles como en otros obscuros y trágicos rincones del planeta, para que haya una verdadera transformación en este país -- en tu corazón, en el corazón (ya muy negro en ciertos casos) de ciertos personajes que se creen lideres y en el corazón de tanto bolivianos que prefieren mantener un estilo negativo de vida.

Quizás la historia realmente no sirve para nada y el ser humano realmente aprende solamente con sangre y fuego.

Y quizás las limitaciones y defectos tan, pero tan humanos, de Evo Morales, García Linera, de la Quintana, Rada, Llorente y de otros políticos del oficialismo y de la oposición y de otros seres nefastos que pululan en torno a estos, están demasiado atrincherados para que puedan ver el terrible daño que están haciendo al país, bajo la falsa ilusión de que son portadores de un bien mayor cuando sencillamente no lo son.

No me preocupa tanto ya. Es posible que como país y cultura tengamos que pasar por un purgatorio, quizás incluso un infierno. No es lo que deseo y menos algo que pregono – creo sinceramente en el amor, en la justicia, la tolerancia y otras virtudes como estas, como conceptos, energías, fuerzas y realidades que pueden transformar a nuestra sociedad de manera mucho mas efectiva que el odio, la violencia, la hipocresía y la confrontación que tanto manejan los principales líderes de este gobierno.

Creo en el fondo de mi ser que los bolivianos somos capaces, como mayoría, de escoger un camino del cambio que va por lo positivo – la honestidad, la sinceridad, la bondad, el amor, etc. – que por una vía negativa. Lo creo porque he conocido a suficientes bolivianos, campesinos, sobre todo campesinos, pero también amas de casa, parientes, empresarios, artesanos, arquitectas, jóvenes, niños y otros que demuestran que hay pureza, espiritualidad, ética, inocencia y otros reservorios de amor y grandeza en el espíritu del boliviano y del país mismo y que este espíritu se puede imponer.

Pero no me hago ilusiones. También veo corrupción, demasiada corrupción (en el peor sentido) en demasiadas personas y en distintos rincones de este hermoso país… en las minas, calles y carreteras atosigadas de basura y de contaminación ambiental, en el cielo de cochabamba ahogada en polvo y residuos tóxicos, en la proliferación de construcciones, carros de lujo, bienes y nuevos ricos financiadas con dinero del narcotráfico, de la mafia, la violencia, la extorsión, la explotación, la corrupción y otros, transformados en amargos frutos que causan un daño imperdonable a otros seres humanos.

Veo y siento, como creo que toda persona decente aún siente, las terribles consecuencias de los pecados que cometen contra nuestra nación aquellos conciudadanos (y algunos extranjeros) que en el afan de obtener un mejor nivel de vida para si mismos, destruyen sin piedad nuestra amazonía, explotan sin racionalidad las entrañas mismas de nuestras montañas y participan sin pensar en la bastardización y prostitución de la esencia misma de nuestras culturas e identidadesfragiles. Personas como estas no dudan en utilizar el lenguage, el poder y los recursos de todos los bolivianos para promover la discordia, el odio, la desconfianza y hasta el enfrentamiento violento entre hermanos bolivianos. No se hacen problema de confundir, mentir y engañar, de distorsionar la realidad para acomodar la percepción pública a favor de sus intereses, ni en corromper a todo lo bueno los valores y la esperanza de nuestras juventudes.

Ahí esta el pecado, en las actitudes soberbias, arrogantes y tristemente inconcientes de muchos que se supone deberían ser no solamente los líderes políticos y ejecutivos, sino y de manera mas importante aún, los líderes morales y espirituales de nuestras instituciones empresariales, cívicas y públicas. La violencia criminal de esta gente se manifiesta en su forma de pensar, de hablar, en sus actitudes, comportamientos, en sus decisiones y acciones. Algunos de estos personajes incluso osan a creer que son profetas y salvadores cuando en realidad sus sombras se extienden como augurios de crueldad y del mal sobre las preciosas tierras de nuestra nación, amenazando con opacar o incluso apagar las sagradas vidas de nuestros conciudadanos.

Esta maldad se esta extendiendo a vecindarios, comunidades y ciudades cada vez mas caoticas, sucias y descuidadas, cada vez mas violentas e inseguras, cada vez mas alejadas de la sencilla y buena vida que tantos bolivianos conocimos en otra época.

La maldad es palpable – se que tu también lo sientes y si no lo sientes deberías preocuparte porque de ser así, eres complice de la destrucción de este país.

La maldad se escucha: En la agresividad del chofer que arremete con bocina y vehículo contra todos y todo, en los insultos de la señora que no cuida su boca, en los speluznantes gritos de todos aquellos (desde autoridades del mas alto nivel hasta el ciudadano mas común) que vociferan con las palabras mas groseras (¿a que hemos llegado?) contra tal o cual. Unos insultan y amenazan a cambas o indios o a los de tal o cual raza. Otros gritan con total desenfreno y falta de respeto contra tales o cuales pueblos. Muchos, a veces incluso miles o decenas de miles de bolivianos, incluso se creen muy inteligentes y dignos de amor y aprecio cuando usan palabras degradantes (totalmente irrespetuosos e inacceptables en una conversación civilizada) contra nuestro mismo presidente y su gente o contra los que hacen oposición.

Lo palpamos en la pésima actitud del trabajador, de la casera, del periodista, del hincha, del maestro gritón y del universitario bloqueador. Lo vemos en todos ellos, inflados con falsa autoestima. Y en otros, incluyéndonos a nosotros mismos, cayendo en un racismo multicolor y multisigno de todos contra todos, desde los supuestos mas educados hasta los que realmente carecen de educación.


La maldad hiede: Se puede oler en la basura que todos dejan en todas partes (porque el boliviano en general todavía no ha aprendido algo tan básico como el respeto por las mismisimas ciudades en las que vive) como en el tufo y el orín de los jóvenes, los taxistas, las amas de casa borrachas en la fiesta de la virgen y de todo ciudadano que cree que nuestras calles son bares abiertos o mingitorios públicos. Lo olemos en las conciencias negras de los que incluso, a través del profundo maquillaje del marketing político lubricado por millones de dólares, escupen hipocresía a través de sus dientes, olvidándose que los ojos nunca mienten y que en el fondo de nuestras almas, pues somos seres espirituales por lo cual todos sabemos, en todo instante, lo que realmente pasa y lo que verdaderamente está bien o mal.


Y mientras crece la población, se devasta la amazonía, se propagan los males sociales, empeora con cada año que pasa el nivel de los insultos que maestros, estudiantes, jóvenes, ancianos, líderes y ciudadanos emplean, los unos contra los otros, en todas las calles, carreteras, ciudades y medios de comunicación de nuestro país. ¿Si esto no es mala educación, si no es mostrar lo peor de nosotros mismos, si no es barbarie, entonces que es?

Aquellos bolivian@s que actúan de esta manera hacen mal pues su mala conducta es contraria a todo desarrollo humano, moral o espiritual.

La ignorancia es mayúscula, la torpeza, la crudeza y la falta de respeto también. Cuando se actúa de esa manera, la barbarie misma se apodera de nuestro país -- a través de nuestros comportamientos y del mal en nuestros propios corazones.

Cuando actuamos de esa manera, somos nosotros mismos, en la esencia misma de nuestro ser, los que aportamos a que se perpetue la maldad, la ignorancia, la intolerancia, la injusticia y la pobreza .

¿Acaso no vemos que nos estamos convirtiendo en bárbaros, que nos estamos dejando consumir con una ignorancia tan pero tan atrevida, con una pobreza material, moral y espiritual tan pero tan pobre, que la barbarie misma esta desplazando a la poca civilización y civismo que hemos logrado construir en estas remotas, duras y desafiantes esquinas del planeta en quinientos años de arduo y sacrificado labor de parte de todos nuestros antepasados y de nosotros mismos?

Estamos ante un choque de culturas y de civilizaciones, un choque en la que los antivalores parecieran prevalecer sobre la ética y la moralidad.

Pareciera a ratos que estamos viviendo en un momento en que se juntan lo peor de lo peor de lo peor -- del capitalismo mercantilista y salvaje, del terrorismo y del narcotráfico, de la emigración y el abandono masivo de niños y adolescentes, de un indigenismo falso atufado en ignorancia y radicalismo, de un cóctel toxico de materialismo, consumismo barato y postmodernismo desubicado, de la violenta simbiosis de fascismos de derecha y de izquierda, de la irónica, absurda y tragicómica persistencia de ideologías bastardas que deberían haber sido superadas hace tiempo, de la destrucción masiva del medio ambiente y tantos otros males…

Pues, da para sentirse mal pero muy mal. Pero, la verdad, estoy bastante tranquilo. Como dije, por un lado, porque tengo fe, en ti si legaste hasta este punto de la lectura, sí, en ti estimado lector, en que podrás y harás algo para que las cosas mejoren, tú y muchos como tú.

Porque tengo fe en mi mismo y porque, a pesar de todo, encuentro paz y esperanza en muchas otras fuerzas que son tan reales como las fuerzas negativas que acá describo. Porque creo en mi pueblo, en mi gente, mas allá de la raza, del nivel socio-económico y cualquier otra distinción real o superficial que unos tratan de utilizar como instrumento de división, por ende, de poder (dividir para conquistar, tan antiguo como la humanidad).

Porque he conocido hombres y mujeres hermosos, buenos, campesinos y citadinos, viejos y jovenes -- seres buenos, algunos muy puros, otros fregados pero esencialmente buenos -- mineros, chóferes, comerciantes, empresarios, gringos, profesionales...

Y me siento tranquilo porque nuestras montañas, nuestros andes y sus lagos y ríos de paraíso, nuestra selva que grita vida, nuestros valles que generan tanta comida y hasta nuestras ciudades se encuentran empapadas de una fuerza telúrica que es demasiada fuerte para que la violencia y el mal prevalezcan por mucho tiempo. Hasta en Camboya, Ruanda y la ex-Yugoslavia la gente hoy compra, vende, trabaja, duerme, juega y ríe… Claro, mejor no pasar por el infierno que ellos pasaron… por más que el dolor pase, no se justifica, y menos en nombre de justicia y de mayor felicidad.

Tranquilo además porque creo en la bondad y el sincero deseo de muchos, probablemente de una mayoría, de nuestros gobernantes y políticos por hacer algo bueno para otros. Creo que hay algo, a veces mucho de bueno, en casi todos, por mas equivocados que estén en sus ideas y acciones y por mas enceguecidos que estén con sus juegos de poder.

Tranquilo porque estoy seguro que se viene, mas temprano que tarde, un mejor futuro para toda Bolivia, y tranquilo porque como millones de compatrioras, amo a mi país, a mi gente y mi propia vida por encima de cualquier distincion banal de raza, nivel de ingresos u otros que algunos tratan de usar como herramientas para dividir. Tranquilo aunque otros quiesieran insultar o amedrentarme o incluso aunque quisieran quitarme la vida con violencia por no pensar como ellos piensan porque creo, porque se, que tarde o temprano la justicia, la verdad, la bondad y el amor se impondrán.

Lo paradójico es que yo no importo tanto, ni tú tampoco, y sin embargo, es lo único que importa.

El pueblo no existe sin el individuo y el gobierno no existe sin el pueblo. Sin mí, sin ti, sin millones de bolivianos como tu y yo (claro, unos que leen mas o menos, trabajan en este o aquello, etc., etc.), sin nosotros, el pueblo, no puede haber ni liberalismo ni socialismo, ni partidos políticos, ni gobiernos, ni país, ni nada. Somos el pueblo, el estado, el país. Somos Bolivia. Y si morimos, o fallamos en construir una sociedad más buena en el breve o largo tiempo que nos toca vivir, pensar, trabajar, pues, ya vendrán otros. Y si no, no.

Bolivia no es una tragedia – es un país. No es un desastre – es una sinfonía. No es el fin del mundo – es nuestro hogar, tuyo, mío, de tantas personas que quieren y pueden construir una sociedad aún mas linda y buena de lo que ya es.

Como todo en la vida, como todas las personas, instituciones y países, Bolivia tiene mucho de bueno y también mucho de malo. Pues, paciencia, esfuerzo y bueno humor. Un día a la vez, un boliviano a la vez, un poco de trabajo cada hora, multiplicado por millones de personas, ensalzado con dedicación y compromiso, y sí, necesariamente, con ética y sacrificio (sin dejar de lado unas buenas dosis de diversión y descanso).

Avanzando de esta manera, con un optimismo sano, con cautela, bondad y responsabilidad, podemos construir un país aún mucho mas lindo, poco a poco. Para que desesperarse. Esa es mi reflexión por hoy.

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