y Autoridades de Bolivia
en el Día Internacional de la Madre Tierra
Esta carta va dirigido a todos los ciudadanos y amigos de Bolivia en el mundo, pero en especial a las autoridades elegidas y designadas en los gobiernos locales, departamentales y en el gobierno nacional – en especial a aquellos que en los últimos diez años han declarado al mundo entero la importancia de proteger a la Madre Tierra y de construir un modelo alternativo de desarrollo basado en el respeto y la armonía con la naturaleza. De igual manera, esta carta va dirigida a los ejecutivos de las grandes empresas del país -- de las industrias agropecuarias y en particular de las industrias oleaginosas, ganaderas, avícolas, forestales y mineras, de la banca y a los ejecutivos, decanos, rectores, catedráticos de las universidades y a los directores y profesores de las escuelas públicas y privadas de todo el país. Despertemos por favor. Pensemos bien y veamos con mucha consciencia la realidad que estamos construyendo y definamos con mucho más cuidado en qué clase de sociedad y de realidad deseamos vivir. Aun estamos a tiempo para que nuestro país se encamine como un país modelo en América y en el mundo entero -- pero no llegaremos ahí si seguimos el camino que actualmente estamos tomando.
Hoy, 22 de Abril, ciudadanos y autoridades del mundo entero están reflexionando y planteando acciones éticas y positivas para minimizar o frenar el impacto tremendamente negativo que estamos teniendo como seres humanos sobre nuestra tierra – esta tierra que es nuestro hogar y la base de nuestro sustento como seres vivo…
Ningún ciudadano boliviano que ame a su país y a su familia – y menos los profesionales y las personas educadas y viajadas – pueden continuar ignorando la responsabilidad que cada uno de nosotros tenemos en este proceso, ni el enorme precio que ya estamos pagando, y que pagaremos de forma mucho más cara en los años y décadas que vienen, si no cambiamos radicalmente y de manera inmediata este modelo de “desarrollo” hacia una forma de vida sana donde realmente prevalece la búsqueda de la convivencia en armonía con la naturaleza y si no aprovechamos para cambiar nuestra matriz energética y económica cuanto antes a una matriz postmoderna que no dependa de manera tan exagerada de los hidrocarburos y del extractivismo irresponsable e inconsciente, que no es otra cosa que la violación permanente de la Madre Tierra.
Donde antes había praderas y bosques ahora tenemos desiertos de asfalto y de cemento. Donde antes vivían animales y plantas ahora solo transitan maquinas. Donde antes vivían nuestros padres, abuelos y antepasados en relativa armonía y paz con la naturaleza, bebiendo agua pura, respirando aire limpio y nutriendo sus cuerpos y mentes con alimentos y sin multimedia, ahora vivimos agitados, apurados, estresados, bebiendo líquidos nocivos, respirando heces, gases y aire envenenando, comiendo comida chatarra y llenándonos la cabeza de contenidos que nos dañan el espíritu, la moral y la conducta.
A pesar de un gran discurso nacional que prometía otra cosa, la realidad cruda es que hoy por hoy estamos enceguecidos por una falsa visión del progreso del cual los países del norte están en gran parte arrepentidos y de la cual buscan huir. Hoy, en el 2015, los bolivianos estamos encaminados más que nunca antes hacia un modelo de “desarrollo” insostenible, destructivo, explotador e inmoral – cuando los ciudadanos y las comunidades más educadas de los países del norte a los que buscamos imitar sin consciencia y sin criterio están más bien reconociendo sus errores y buscando referentes en las áreas rurales de nuestra Bolivia y otros similares para escapar de un modelo de “desarrollo” que es claramente inhumana, insostenible e indeseable.
En vez de aprender de las carísimas lecciones que vienen pagando muchas otras sociedades para evitarnos muchísimo sufrimiento y dolor, insistimos en imitar modelos que no funcionan. En vez de abrir los ojos y el corazón para ver lo obvio, preferimos cerrar la mente para ignorar – o peor – para propiciar la destrucción acelerada y masiva de nuestra propia madre tierra.
Los bolivianos, que tenemos aun el privilegio de vivir en uno de los países mas bendecidos del planeta estamos permitiendo la destrucción insensata, irracional y hasta criminal de decenas de miles de hectáreas de bosque cada año – cuando hoy contamos con toda los conocimientos y las capacidades para evitar esta destrucción y aprovechar de los bosques para generar fuentes alternativas de generación de ingresos que además aporten a mejorar la calidad de vida de millones de personas. ¡Continuar destruyendo nuestros bosques de manera indiscriminada, sin medir bien los impactos y la consequencias holisticas de esta destruccion y avanzando de manera indiscriminada y a paso acelerado es un crimen que debe parar!
Al alejarnos del campo, estamos asimismo inconscientemente aportando a la evolución de una industria de la muerte – una “industria” que para el mundo animal se asemeja a los campos de concentración de los nazis: La crianza y matanza industrial, científica y sistémica de miles, sino decenas de miles, de gallinas, vacas, puercos y otros animales cada día. Las y los bolivianos nos estamos alimentando cada vez menos de animales que antes vivían y crecían en paz al aire libre y estamos optando más bien por consumir la sangre y los cadáveres de animales criados, asesinados, empaquetados y mercadeados de manera científica – todo esto para satisfacer nuestro hambre, nuestra gula y ese vacío que crece de manera proporcional a nuestro alejamiento de la tierra y de todo la energía que viene del sol, de la lluvia, las montañas, las plantas, de los animales – de la vida en el campo.
Contaminados cada día más por deseos superficiales e ilusorios, vamos descuidando valores tradicionales y esenciales para un verdadero vivir bien – entre ellas el amor propio y el amor por la familia y por nuestra comunidad, nuestro país y nuestra tierra.
Embriagados por el consumismo y sus atracciones, vivimos en una sociedad en la cual son cada vez más los niños que nacen y crecen sin amor y sin el cariño, el cuidado y la vigilancia paternal, familiar y comunitaria. Los jóvenes crecen solos, educados como robots en escuelas que imparten una educación inadecuada para los desafíos del siglo XXI, expuestos a todo tipo de ideas falsas de un mundo híper-consumista, mecanizado y alejado del espíritu.
Como loros hablamos de ciencia, tecnología, innovación, desarrollo y crecimiento del PIB -- pero no pensamos para nada en el respeto mutuo, en el amor, en la vida, en la conservación y el cuidado de lo sencillo y lo hermoso que nos rodea: molles, cipreses, mariposas, aves, bufeos, jaguares y demás seres vivos – incluyéndonos a nosotros mismos, los seres humanos. Nos llenamos de nuevos aparatos, vehículos carísimos, casas y toda clase de bienes de lujo -- pero nos encontramos cada día más ocupados, apurados, agitados, estresados e infelices y con un país en la que sufren y mueren cada día más animales. ¿Es esto desarrollo? ¿Es esto vivir bien? ¿Es esta nuestra propuesta, nuestro discurso y nuestra cosmovisión? ¿Si no nos importa cuidar el paraíso terrenal que hemos heredado y que ha permanecido en gran medida virgen hasta este siglo -- en que nos diferenciamos de otras culturas y otras sociedades?
Vivimos en un país muy especial y muy bendecido, pero no la estamos cuidando. A diferencia de muchos otros países, aun tenemos glaciares, selvas vírgenes, ríos llenos de agua -- algunas aun cristalinas -- aire puro y grandes extensiones de tierra aun fértil y sobre todo, como el mayor tesoro, una gran diversidad de plantas y animales que respiran y viven como tú y como yo. ¿Pero que estamos haciendo con estos tesoros, con nuestros parques regionales y nacionales que son tan vitales para la calidad de vida en toda nuestra nación?
Pregunto: ¿Acaso la ignorancia se ha vuelto tan grande que dejamos de entender que la calidad de vida en nuestro país depende del cuidado de nuestros ríos, cerros y bosques? ¿Acaso los arboles, las plantas, los animalitos y los insectos no son también residentes y habitantes de nuestra tierra? ¿Acaso alguien nos ha dado el derecho de matar y destruir otras vidas simplemente porque no son como nosotros? ¿Acaso no es un crimen construir ciudades de manera indiscriminada, destruyendo todo lo que encontramos a nuestro paso para poner asfalto y cemento donde antes vivían otros seres sensibles?
¿Si no podemos respetar los hogares de otros seres vivos más vulnerables -- con que derecho podemos exigir que otros respeten nuestras vidas y nuestros hogares?
Queridos amigos y amigas -- los arboles, las plantas, los animales y también los insectos merecen respeto y merecen vivir. También merecen que respetemos sus hogares y sus vidas. También sufren como nosotros. Son tan parte de nuestra tierra como nosotros, son tan “residentes” y “ciudadanos” de nuestra única Madre Tierra como nosotros. Si no respetamos la vida, no nos respetamos a nosotros mismos y si no entendemos que toda la vida esta de verdad interconectada y no moderamos el ritmo desenfrenado con la cual estamos destruyendo a otros seres vivos y a los ecosistemas de las cuales nuestras vidas dependen, será cada vez mas alto el precio que tengamos que pagar por este descuido: Inundaciones, sequias, calor, estrés, desesperación, cáncer, diabetes, discapacidades, soledad, depresión, enfermedades sexuales y mentales, drogas, alcohol, suicidio, violencia y desintegración social, armamentismo y todas las demás enfermedades de la modernidad nos azotaran cada vez con mayor ferocidad si no recobramos una forma de vida en mayor armonía con la naturaleza – incluido con nuestra naturaleza humana, con nuestro propio espíritu, con nuestro propio cuerpo que es también biológico y natural, con nuestra propia consciencia y vida interior.
¿Si no tratamos al resto de los seres sensibles que también viven en nuestra tierra de manera ética – y si ni siquiera respetamos ni luchamos para asegurarnos de cuidar el agua que bebemos, el aire que respiramos, los alimentos que nos deberían nutrir y el consumo de contenidos mediáticos que afectan a nuestros corazones – como podemos esperar vivir bien?
Existen otros modelos de desarrollo, existen otras formas de vivir – y a diferencia de otras naciones en las cuales el ser humano ha perdido totalmente el contacto con el pasado, con las raíces originarias, con una mejor noción de cómo vivir una vida más lenta, orgánica, saludable y en armonía con la naturaleza, acá en Bolivia aun tenemos comunidades y regiones enteras de nuestro país donde aún prevalecen formas de vida menos dañinas, más responsables y mas sostenibles.