lunes, 6 de octubre de 2008

Llegó el Socialismo!



CELEBREMOS AMÉRICA...
POR FIN LLEGÓ EL SOCIALISMO!



No deja de sorprender e impresionar cada vez más la facilidad con la cual tantos hombres y mujeres pueden mentir, mentir y mentir. Después de la mentira -- la muerte.

Es impresionante la vorágine moral en la que estamos cayendo. Y aquí está, el famoso materialismo dialéctico, el tan difundido socialismo, esa supuesta utopía tan defendida y tan buscada por ingenuos, idealistas, guerrilleros, asesinos y dictadores. Aquí esta, ya llegó, se asienta en Bolivia, en Ecuador, en Argentina y Venezuela -- en América toda -- ante mis ojos y ante los tuyos y ante la mirada del que osa ver: Maldad, corrupción, desdicha, hipocresía a raudales, indecencia sin limites, deshonor sin nombre, carnicería sin corazón, financiado con el negro petróleo y la blanca cocaína consumidos con tanto placer e indiferencia por malditos capitalistas, tan seres humanos como tu, como yo...

Increíble la facilidad con la cual todo un grupo de gente, toda una colectividad, pueda dedicarse tan fácilmente a destruir la vida de otros, a usar el insulto y la agresión como si fueran moneda de cada día, a abusar del dinero y del poder del pueblo para encarcelar y destruir el presente y el futuro de ese mismo pueblo. Increíble como las gentes más viles pueden llegar a ser nada menos que nuestros “líderes.” Los pusimos ahí. O al menos, lo permitimos, lo facilitamos y no hacemos lo suficiente para que sea de otra manera.

Mas increíble aun como cientos de millones de ciudadanos se dejan abatir por unos cuantos bribones disfrazados de demócratas, empapados en odio, enceguecidos por el dinero, el poder y sus distopias malditas... ¿!Es que somos tan cobardes, tan viles, tan indecentes!?

Impresionante como cientos de miles y millones de ciudadanos de bien guardan el silencio ante tanta maldad, tanta hipocresía, tanta violación sistemática de las leyes formales e intangibles que son el fundamento mismo de la civilización, de la convivencia pacifica, del amor entre hermanos y amigos, de la solidaridad y cooperación entre vecinos y ciudadanos...

Incomprensible la perdida de la dignidad, del honor y de la bondad ante el avasallamiento de ese dinero tan negro y tan sucio que la sangre de inocentes y de criminales chorrea en las manos del que lo usa, de ese dinero sembrado con engaño y desidia, regado con odio e infamia y cosechado con el mas puro egoísmo por asesinos para su distribución, como palomitas de maíz, a políticos, empresarios, militares y ciudadanos que alguna vez tuvieron honor y dignidad.

¡Cuan fácil había sido comprar a la gente! Cuan fácil había sido olvidar el honor!

¡Con que facilidad las clases dirigentes, medias y populares habían sabido someterse a la zanahoria de la corrupción y al martillo del miedo! ¡Con que facilidad habíamos, los seres humanos, sabido mirar al otro lado ante la injusticia, la violencia, la corrupción! ¡Con que facilidad poblaciones enteras de hombres de bien habían sabido escapar, huir, retroceder ante el avance de los ejércitos del mal! ¡Con que sencillez mujeres de todas las clases sociales habían sabido aceptar, permitir, incluso alimentar la desidia y el engaño en los pechos y en las bocas de sus propios hijos!


Ahora entiendo, en sangre propia, como los alemanes y europeos permitieron a Hitler y a cientos de miles de sus coterráneos participar de manera directa en el asesinato industrializado de millones de judíos. Ahora entiendo con precisión porque los habitantes de Camboya y del sureste asiático no reaccionaron a tiempo ante la criminalidad sin límites de Pol Pot. Ahora entiendo por que los africanos, las Naciones Unidas y el mundo entero mantuvieron el silencio mientras decenas de miles de hutus violaban, macheteaban y quemaban vivos a tutsis, asesinando a cientos de miles de ellos.

Y ahora entiendo lo que pasa hoy, ahora, mientras escribo en silencio, en Sudan, donde escucho a través del silencio del ciberespacio y de esta tierra que es una los gritos de una mujer a la que violan, los llantos de un padre que abraza a su hijo moribundo, los gemidos de una niña famélica, quemada, destruida que habla sin hablar... y en sus sonidos y silencios escucho, creo, espero que no, retumbar el futuro de América...

¿Porque no hablamos cuando aún podemos hablar? ¿Porque no gritamos cuando aún podemos gritar? ¿Por qué no actuamos cuando aún podemos actuar?

Y en el silencio y en los gritos entiendo, ahora entiendo. El ser humano había sido frágil, cobarde, maricón. Había sido incapaz de defender su propia tierra. Había sido capaz de vender a su propia madre. Había sido capaz de seguir jugando cartas mientras unos insultan. De seguir bailando mientras otros agreden. De seguir comiendo y bebiendo como si nada pasara mientras a su alrededor incrementan de forma sistémica y exponencial las arbitrariedades, los encarcelamientos, los exilios, los asesinatos y las preparaciones para una guerra sin cuartel -- contra ellos mismos. Había sabido, el ser humano, mirar al otro lado cuando delante de él otros asesinaban a mujeres, niños y gente inocente. Había sido vil. Había sido débil -- y vil.

Sinceramente esperaba otra cosa del boliviano, del latino, del americano. 500 años de paz. Eso es lo que hemos vivido en América. 500 años de paz, mientras en África se asesinaban entre si de la forma más salvaje, mientras en Europa seres supuestamente educados exterminaban a pueblos enteros, mientras Mao y Stalin eliminaban a millones con fusil, con el trabajo forzado, con el cuchillo del hambre... Mientras hacían eso, en América nuestros antepasados hacían el amor, hacíamos el amor… pero ahora, mestizos todos, nos quieren convencer de lo contrario.

En todos esos casos el exterminio se inici
ó, al igual que en América hoy, mediante la prensa, la televisión y la radio, usando los asesinos la mentira industrializada como balas letales, eliminando primero en símbolo e imagen a sus opositores iniciales para luego proceder a la destrucción física de los mismos y a todo el que seguía.

Ahora veo. Ahora escucho. Ahora comprendo. Llego el tan anunciado, tan famoso Socialismo a América, a nuestra América, a este jardín de Dios que es América. Tardó más de 150 años, pero ahora llegó e intenta imponerse en serio. Veremos si los latinoamericanos somos diferentes, si aprendimos algo de la historia -- o si simplemente somos tan humanos como los demás.

Entretanto, mis felicitaciones a las huestes del mal por su increíble capacidad para olvidar su propia dignidad, su propio honor, su propia inocencia y decencia interior, para desterrar sus almas al infierno en vida. Y mis felicidades a las clases altas, medias y populares por dejarse avasallar tan fácilmente.

¡Bienvenidos todos, todas al siglo XXI, al Socialismo del Siglo XXI!